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Fundación para la conservación del Patrimonio Histórico de Navarra

Localización

Iglesia de Santa María la Real. Fitero (Navarra)

Cronología

Siglos XIV-XIX

Autor

Varios

Material / técnica

Piedra policromada, madera policromada, marfil, pintura sobre cobre, mármol, plata, óleo sobre lienzo, cerámica esmaltada

Valoración

Al amparo de la exposición temporal Fitero. El legado de un Monasterio, se ha intervenido sobre un gran número de piezas artísticas sometiéndolas a un cuidadoso proceso de conservación y restauración. Estos trabajos han precisado de un importante esfuerzo, dada la heterogeneidad del conjunto en lo que se refiere a cronología, materiales, técnicas artísticas, tamaño y estado de conservación. Así, las actuaciones han tenido diferente grado de dificultad, incluyéndose en este bloque desde la limpieza de las piezas de orfebrería presentes en la exposición, a la complejidad del trabajo que requiere un instrumento musical tan sofisticado como es un órgano barroco, pasando por la restauración de lujosos muebles como la mesa rococó de la sacristía. La intervención en objetos tan delicados como el Crucificado de marfil, se ha abordado de forma paralela a la restauración de la pila de bautizar de cerámica esmaltada, del XIX, excepcional desde el punto de vista de su escasa presencia tipológica en Navarra. Y todo ello realizado siempre por profesionales de reconocido prestigio.

Si efectuamos un breve repaso a la nutrida nómina de obras de arte restauradas, observamos la evolución de los usos devocionales para los que fueron creadas. Nada tiene que ver el díptico gótico de pintura sobre cobre, con la complejidad de los programas iconográficos de los retablos del Renacimiento. Y es que Fitero cuenta con un interesante retablo dedicado a la Asunción de la Virgen, realizado hacia 1570. La pintura de este retablo se ha puesto en relación con la escuela aragonesa, y más concretamente con Diego González de San Martín. Entre una de sus tablas se conserva la representación de un pintor del siglo XVI con sus utensilios de trabajo. También relacionado con los talleres zaragozanos de mediados del XVI se encuentra la escultura de San Sebastián, mientras que la talla de la Virgen de la Candelaria, titular del retablo de la Virgen del Rosario, realizada entre 1520 y 1530, presenta mas afinidades con modelos riojanos. Con ella se completa el conjunto de piezas renacentistas restauradas.

Ya en el Barroco, los retablos ganan en profusión decorativa tanto como ven simplificado su mensaje iconográfico siguiendo los preceptos contrarreformistas para fomentar la devoción popular. Precisamente la importancia concedida a las artes plásticas por la contrarreforma explica la gran cantidad de obras de arte barrocas conservadas en la iglesia parroquial de Fitero, que ahora han sido objeto de trabajos de restauración financiados por la Fundación. Destaca entre ellos el Niño Jesús desnudo, realizado hacia 1612-1614, de buena factura, y que nos muestra la faceta más entrañable de la devoción barroca. Una mayor preeminencia se observa en los Retablos colaterales de San Benito y San Bernardo. Es cierto que dentro de un monasterio cisterciense se explica por sí sola la preferencia de estas advocaciones, resultando natural su ubicación a ambos lados de la capilla mayor. Realizados entre 1613 y 1614, fueron decorados con escenas pictóricas directamente inspiradas en las Vidas ilustradas de ambos santos, mientras que sus imágenes titulares han formado parte de la exposición temporal y han sido adscritas a la escuela castellana. También se han restaurado el banco y frontal de altar del retablo del Cristo de la Guía. Un retablo de traza tardomanierista, que fue realizado en 1637 por Jerónimo de Estagarán, si bien la imagen titular se debe a la mano de Bernabé Imberto, y los bultos de San Juan y la Virgen a Juan de Peralta, ya en 1735. La escena central del banco está escoltada por las representaciones de San Plácido y San Blas, y representa, de derecha a izquierda, la resurrección de Cristo, Adán y Eva, la bajada de Cristo al limbo, y el retrato de Don Plácido del Corral, fundador de la antigua capilla del Cristo. Su factura presenta similitudes con la de Pedro o José Fuentes, pintores de Tudela. Mención especial merece la escultura de San Miguel, titular del retablo de la misma advocación. Su calidad lo emparenta directamente con la escuela castellana del siglo XVII, tan marcada por la personalidad de Gregorio Fernández.

Si bien la trompetería de batalla del órgano de Fitero resultó mutilada en 1929 y totalmente repuesta en 1997, la caja del órgano, realizada en madera dorada y policromada, fue realizada por un taller castellano entre los años 1657 y 1660. Todavía hoy resulta interesante comprobar hasta qué punto la música era importante en las celebraciones litúrgicas del barroco. Tanto que quedaba justificada la construcción de estos instrumentos gigantes y sofisticados, capaces de reproducir infinidad de sonidos con sus registros.

Por último, el conjunto de piezas barrocas se completa con la restauración de varias obras pictóricas realizadas con la técnica del óleo sobre tela. Los lienzos barrocos con escudos de la monarquía española, procedentes de talleres navarros-aragoneses de principios del siglo XVII, y que significaban el patronato del rey en el Monasterio, han vuelto a ocupar su emplazamiento original a ambos lados del presbiterio. También se han restaurado el lienzo de San Benito abad, de escuela navarro-aragonesa de la primera mitad del siglo XVII, y el de Santa María Egipcíaca, de la primera mitad del siglo XVII.

Intervención

En este campo merece la pena destacar la interesante experiencia puesta en práctica mientras la exposición estaba abierta al público. Por una parte se había dado comienzo a la restauración de un sepulcro gótico de piedra policromada, dejándose sin terminar para que el público apreciase directamente el cambio de aspecto de la pieza antes y después de la intervención. Por otra parte la restauración del retablo de San Benito pudo ser contemplada en directo por el público que visitaba el itinerario expositivo, resultando muy ilustrativo de la dificultad técnica y del trabajo especializado necesario para la recuperación de estos bienes muebles. El éxito de esta fórmula refuerza el interés de la Fundación en la importancia de concienciar e implicar a la sociedad en la recuperación de su patrimonio.